
¿Sabías que uno de los modos de fijación de carbono consiste en absorber el CO2 ambiental a través de nuestro cultivo favoreciendo su desarrollo y productividad, así como contribuyendo a la mejora medioambiental?
Entre las funciones que presenta el carbono en nuestros cultivos, cabe destacar su transformación en carbohidratos a través de la fotosíntesis, que es el proceso metabólico de las plantas a través del cual transforman sustancias inorgánicas en sustancias orgánicas necesarias para su óptimo desarrollo.
Hoy, desde FERTISAC, os hablaremos sobre la importancia que tiene la acumulación del carbono en el suelo y sobre cómo conseguir su fijación y retención en los mismos mediante los cultivos y algunas prácticas agronómicas.
¿Por qué es importante la retención del Carbono en el suelo?
Respondiendo a esta pregunta, el objetivo principal y la importancia de conseguir una cierta retención del Carbono en el suelo surgen para conseguir contrarrestar las emisiones de GEI (Gases de Efecto Invernadero), como pueden ser: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6). En concreto, para reducir la emisión de CO2 a la atmósfera recurriendo a sumideros naturales de carbono sobre sistemas biológicos.
Pero… ¿Cómo se puede conseguir el almacenamiento y retención de dicho gas carbónico (CO2) en el suelo? A continuación, te contestamos a esta pregunta.
¿Cómo se fija el Carbono en los suelos de cultivo?
Si lo que pretendemos es conseguir el mayor ingreso posible de Carbono en nuestras plantaciones, los pasos a seguir son sencillos. Si es uno de tus principales objetivos, ¡sigue leyendo!
Las principales vías de fijación de carbono son las siguientes:
- Fotosíntesis. Es uno de los sumideros naturales de CO2 Mediante este proceso metabólico las plantas transforman el CO2 ambiental junto con energía solar y agua en azúcares para estimular y promover su desarrollo. Parte de dicho carbono absorbido es filtrado hacia el suelo a través de las raíces de las plantas, aportando nutrientes a los microorganismos presentes en el mismo.
- Incorporación de materia orgánica en el suelo. Un aumento de carbono orgánico en el suelo reduce la mineralización de éste en CO2, evitando su emisión a la atmósfera y, por consiguiente, queda almacenado y retenido en el suelo.
¿Cómo podemos favorecer estos procesos de fijación de carbono?
En el caso de la fotosíntesis, podemos actuar sobre uno de los factores determinantes para la asimilación del CO2, la absorción de luz solar.
Para un uso eficiente de la luz solar por parte de la planta, la mayor parte de la radiación solar debe ser absorbida por los tejidos fotosintéticos, principalmente las hojas. Por ello, es importante, entre otras prácticas agronómicas, realizar una fertilización enfocada en la planta emergente y en fomentar un buen desarrollo temprano del área foliar. Otra práctica que favorece la absorción de luz, es actuar sobre la densidad de plantas, una distribución uniforme de éstas sobre el terreno logrando una cobertura completa del suelo favorece una absorción eficiente de la luz solar sobre el cultivo.
En el segundo caso, podemos favorecer el almacenamiento y retención de carbono orgánico procedente de materia orgánica, actuando sobre el terreno de manera que se favorezca la formación de poros, puestos que en suelos poroso es donde tiene lugar la actividad microbiana encargada de la estabilización de dicho carbono orgánico, al transformarlo en compuestos orgánicos (humus) que son adsorbidos por las partículas minerales del suelo formando el complejo arcillo-húmico, lugar donde tiene lugar el intercambio catiónico del suelo.
La porosidad de los suelos depende entre otros factores, de su textura (fina o más gruesa), de los microorganismos presentes en el mismo, así como del sistema radicular de las plantas. Entre las prácticas agronómicas que pueden actuar sobre la textura del suelo, cabe destacar, una fertilización del cultivo con aporte de materia orgánica y con nutrientes que favorezca el desarrollo radicular de las plantas, así como una disminución del laboreo del terreno, evitando o disminuyendo la mineralización y por consiguiente su emisión a la atmósfera del carbono presente en el suelo.
Concluyendo, el carbono orgánico además de ser fundamental para la disminución de la emisión a la atmósfera de CO2, es esencial para mejorar las propiedades físico-químicas y biológicas del suelo, puesto que mejora su estructura aumentando su capacidad de almacenamiento o retención de agua, junto a la arcilla constituye el complejo arcillo-húmico (complejo de cambio iónico), favorece la absorción de los nutrientes, así como la proliferación de la vida microbiológica presente en el suelo. Es decir, el carbono orgánico es crucial para la salud y fertilidad del suelo así como para los servicios ecosistémicos, incluyendo la producción de alimentos haciendo su preservación y restauración esencial para un desarrollo sostenible.
Por todo lo comentado en los puntos anteriores se recomienda una fertilización órgano-mineral, caracterizada por el aporte de nutrientes minerales que favorecen el desarrollo vegetativo y radicular de las plantas, así como el aporte de carbono orgánico procedente de materia orgánica de origen vegetal.
¿Abonos complejos órgano-minerales?
Estos abonos presentan una combinación de nutrientes orgánicos, procedentes de la fosilización de vegetales, con nutrientes minerales que es especialmente beneficiosa para un abonado efectivo.
Con estos abonos aprovechamos las ventajas procedentes de la materia orgánica (beneficio de la estructura del suelo, aumento de la retención de agua y de la capacidad de intercambio catiónico, poder complejante de los cationes nutritivos, etc.), así como la ventaja de proporcionar la cantidad y variedad de nutrientes necesario para una producción rentable por la vía mineral.
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